La Tercera Ley Estratosférica del Éxito que aprendemos al leer Dar para Recibir, es la Ley de la Influencia: Tu influencia está determinada por la medida en la que antepones los intereses de los demás a los tuyos. En Dar para Recibir, el personaje principal, Joe, tiene problemas entendiendo cómo el poner los intereses de otras personas primero puede ser una ley del éxito. Su mentor, Pindar, le explica rápidamente: “Si antepones los intereses de los demás a los tuyos, siempre verás satisfechos tus propios intereses. Siempre. Hay quien llama a esto el iluminado interés propio. Cuida lo que necesitan los demás, confiando que cuando lo hagas, obtendrás lo que necesitas tú.”
Aun así, se le dificultaba a Joe entender lo que Pindar le dice. Y por una buena razón. Tal actitud se ve extraña en un ambiente donde el dinero, el poder y los logros han sido tradicionalmente las características de influencia. Pero como le explicó Pindar, el tener dinero, poder y logros no te hace influyente. El ser influyente es lo que atrae el poder, el dinero y la habilidad para lograr lo que deseamos en la vida.
El razonamiento detrás de esto es muy sencillo. Sin embargo, para entenderlo, primero debemos reconocer que estamos cableados para enfocar nuestra atención hacia nosotros mismos. Nuestro interés propio es un músculo emocional que hemos ejercitado a diario y como tal, es el músculo más fuerte que tenemos, con respuestas reflejo que se están rápidamente aligerando. Cuando consideramos que durante toda nuestra infancia y niñez, se nos cubren casi todas nuestras demandas, nuestra preocupación del “yo” puede entenderse fácilmente. En un estudio científico que se llevó a cabo hace varios años, los investigadores grabaron conversaciones entre niños de seis años y sus mamás. Los pronombres más utilizados por los niños eran “Yo”, “mi”, y “nosotros”. El “tú” estaba básicamente reservado a frases comando tales como “Tú has esto (para mi)”.
Cuando consideramos el entrenamiento que recibimos de niños bajo la tutoría de nuestros padres – desde la infancia hasta los seis años – casi siempre nos centramos en el ―yo‖. Es fácil entender porqué, cuando llegamos a la pubertad, el estar centrados en el ―yo‖ es una inclinación natural, es inconsciente. Cuando nos enfrentamos a una circunstancia que requiere que elijamos entre nuestro propio interés y el interés de los demás, nuestra respuesta automática es la de elegirnos a nosotros mismos; como al inhalar y al exhalar, no tenemos ni que pensar. Es una respuesta natural y esperada.
Por otro lado, el poner los intereses de otra persona antes que los nuestros, es algo que tenemos que elegir conscientemente. Primero, debemos elegir dejar de lado nuestros propios intereses y deseos a favor de otra persona, y entonces debemos de vencer el deseo natural de elegir lo que deseamos. El vencer una inclinación natural no es fácil. Trata de aguantar tu respiración hasta que te desmayes, por ejemplo, y verás que rápido cada parte de tu ser trata de regresar a la normalidad. Esto es lo que sucede cuando tratamos de dejar el ―yo‖ a un lado, parece como si aguantamos la respiración y nuestra inclinación inmediata es la de darnos por vencidos, respirar y regresar al modo de auto-preservación. Ya que tenemos que vencer nuestras tendencias naturales de auto-preservación cuando elegimos anteponer los intereses de los demás a los nuestros, estamos haciendo algo realmente extraordinario y automáticamente nos hace resaltar. Debido a que el elegir complacer a los demás antes que a nosotros es tan poco común, el decidir poner nuestro ―yo‖ a un lado nos hace individuos excepcionales, y como individuos excepcionales, nuestra habilidad para influenciar a los demás se incrementa automáticamente. Si dudas esto, piensa en la gente que ha influido en tu vida. ¿Han influido en tu vida al decirte que eres importante para ellos, o convenciéndote que eres importante para ellos? ¿Te han tocado emocionalmente de alguna manera al hablar de ellos mismos? ¿O al hablar de ti, de tus necesidades y tus preocupaciones? ¿Te han hecho sentir miedo al incrementar el poder de alguna persona que percibías como enemigo, haciéndote sentir demasiado débil para defenderte, o te han hecho sentir esperanzado al revelarte lo poderoso que eres por ti mismo?
Toma cualquier libro que hable de cómo ser un buen conversador y pronto aprenderás que el ser un excelente conversador no consiste en recitar datos y hechos, sino hacer que los demás hablen de ellos. La clave para ser influyente es la misma. Dile a alguien que lo que quieres que ellos hagan te beneficiará, o beneficiará a tu familia, o beneficiará a tu compañía, o beneficiará a tu país y te pondrán muy poca atención. Muéstrale a alguien que lo que quieres que haga le beneficiará, y seguramente te lo ganarás. Esta ley funciona universalmente, ya sea que la apliques con tu vecino, tu jefe, tu hijo o hasta tu mascota; en el momento que muestres los beneficios que el otro recibirá, te vuelves una persona de influencia.
Un becerro indisciplinado y una joven doncella mostraron esta lección al filósofo Norteamericano del Siglo 19, Ralph Waldo Emerson. Como lo escribió en su diario, Emerson y su hijo Edward estaban tratando de meter al becerro en el establo. El becerro se resistía a entrar. Emerson apretaba los músculos y empujaba desde atrás, tratando de empujar al becerro hacia adelante. Mientras el padre empujaba, el hijo tomaba al becerro del cuello y trataba de jalarlo hacia el establo. Aunque los dos hombres estaban determinados, el becerro no cedió. Mientras ellos empujaban y jalaban y trataban de hacer que el animal hiciera lo que no quería hacer, la sirvienta de Emerson miraba desde lejos como los dos hombres perdían la batalla en contra de esta tonta bestia. Finalmente, ella se acercó al becerro y calladamente puso su mano en la boca del becerro. El becerro chupó los dedos de la muchacha, mientras ella, gentilmente lo llevaba adentro del establo.
La mayoría de nosotros somos como el becerro. Hasta podría decirse que somos tercos. No nos pueden empujar o jalar o aleccionar para que hagamos algo que no queremos hacer. Si nos quieren motivar, primero tendrán que hacernos entender porqué sería benéfico para nosotros el movernos. Y la mejor forma de hacer esto, es anteponiendo sus intereses a los nuestros. Cuando entendemos que alguien se preocupa por nosotros, como el becerro con la jovencita, la mayoría de nosotros lo seguirá sin preguntar.
Sin embargo, mientras guíes, es importante entender que el poner los intereses de otra persona antes que los tuyos no significa hacer de cuidador, sino de socio. Aunque rara vez se ve así, el rol del cuidador tiende a ser dominante, donde una persona ejerce cierto control sobre otra. Aun si el control se considera favorable para el que está siendo cuidado, el hecho es que las acciones tomadas generalmente son la decisión del cuidador, como la actitud de la sirvienta que guió al becerro a donde ella quería. Por otra parte, el ser una sociedad es tener consideración y respeto. En este rol, los intereses de la otra persona deben de ir primero de forma genuina. Entonces, ¿cómo me beneficia el anteponer los intereses del otro?
Para responder a eso, primero veamos las palabras finales de la explicación de Pindar a Joe: ” Cuida lo que necesitan los demás, confiando que cuando lo hagas, obtendrás lo que necesitas tú.” Lo que damos, regresa a nosotros multiplicado. Esta es una ley universal fundamental y como la ley de la gravedad, no falla. No es que a veces funcione y a veces no. Siempre funciona. Cuando ponemos a los otros antes que a nosotros, esencialmente dándonos a ellos, entonces, lo que hemos dado se nos dará de regreso. El Universo nos regresará lo que queremos, lo que necesitamos, lo que soñamos y lo que deseamos con todo el corazón. No sucede porque estemos siendo extraordinariamente desinteresados. Sucede porque al trabajar por el beneficio de otros, estamos trabajando con la ley de manera que eventualmente nos beneficiará a nosotros.
El anteponer a los otros es tanto un asunto de fe y confianza, como un asunto de ganas de dar. Pero a medida que comenzamos a comprender que cada partícula de energía que enviamos al mundo se va a reflejar en nosotros, nos damos cuenta que el anteponer a la otra persona es un acto tan egoísta como es desinteresado. Al anteponer a los demás, nos estamos armonizando con la ley espiritual y la alineación con el flujo universal. Al dar de nosotros estamos asegurando que se nos dará. Al buscar vivir y trabajar en sociedad con nuestros semejantes, involucramos tanto a la Ley de la Influencia como a la Ley de Oro. Todos queremos ser el primero. Todos queremos creer que importamos. Todos queremos sentir que lo que decimos y pensamos y hacemos es importante.
Cuando elegimos ponernos, aun por un momento, en los zapatos del otro y le damos el regalo de anteponerlo a nosotros, dejándolo saber que nos importa y que lo que dice y piensa y hace es importante, estamos siguiendo la Regla de Oro al pie de la letra. Y estamos haciendo una diferencia importante en el mundo. Es más, nos estamos convirtiendo en individuos extraordinarios que no solo influimos en las personas a nuestro alrededor, sino en el mundo entero.
Pensamiento del Día:
“Si quieres vivir una larga vida, enfócate en contribuir a los demás.”–Hans Selye
Afirmación del Día:
“Al poner a los demás antes que a mi, siempre prospero. Al poner a los demás antes que a mi, cambio el mundo.”
Acción del Día:
- Lee tu Plan de Negocio para la Prosperidad y las once cosas de tu lista de agradecimientos.
- Toma un momento para pararte firmemente con un brazo alzado hacia el cielo, el puño firme como si te estuvieras agarrando de la mano de Dios. Ahora, ya sea verbal o mentalmente repite “Con Dios por Testigo declaro: hoy SOY poderoso, hoy SOY valiente, hoy SOY fuerte, hoy ESTOY libre de miedos, hoy TRIUNFO en todo lo que hago, hoy PROSPERO y VIVO cada momento de este día abrazando mi verdadera naturaleza, SIENDO la persona que estoy destinada a ser. ESTA ES MI VERDAD.” Nota: Lleva siempre en tu bolsa o cartera la tarjeta que escribiste con estas líneas para que la puedas leer cuando sientas dudas o cuando tengas miedo. Y como antes, cada vez que repitas esta afirmación, repite las palabras con la mayor emoción y sentimiento posible, dedicándole cuando menos un minuto a imaginar cada aspecto de tu vida como lo quieres.
- Coloca tu cuota de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el contenedor tres veces. Espera recibir algo en regreso.
- Bendice a todos los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo. Puedes continuar bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones.
- Lee todas las bendiciones que recibes. Tus bendiciones están haciendo una diferencia. El leer las respuestas te dará la oportunidad de verlo por ti mismo.
- Continua con la actividad del dia 69