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Día 19

    Aun cuando estamos en contacto con nuestro ser interior, el encontrar satisfacciones terrenales puede ser un reto. El incremento en riquezas, por ejemplo, puede mejorar cada aspecto de nuestras vidas, pero si no tenemos cuidado, nos puede engañar al hacernos creer que nuestra felicidad depende de la continua entrada de dinero. Cuando nos volvemos dependientes de cualquier cosa o persona para ser felices, inmediatamente empezamos a temer qué pasará si lo perdemos.

    Es por eso que mientras caminamos el camino de la prosperidad, buscamos mantenernos separados de lo que buscamos. Aunque parezca ilógico, el estar separado no significa alejarnos de lo que deseamos. Separarnos significa cambiar nuestra necesidad de controlar cómo queremos que se de la experiencia por el simple deseo de dejar que la experiencia suceda. Significa soltar lo que queremos de la manera limitada como lo vemos, para que podamos experimentarla de la manera rica, completa y afirmante en la que quiere fluir hacia nosotros. Y esto significa darle a lo que queremos, el espacio y la libertad que necesita para entrar.

    Una manera sencilla de separarnos es el de soltar tus deseos con tus bendiciones. Si lo que deseas es tener más dinero, no sólo te imagines volviéndote rico, sino dedica algo de tiempo a visualizar a otros prosperando en su economía también. Si lo que buscas es mayor felicidad, visualiza a los demás llenos de alegría. Si lo que deseas es una relación amorosa, visualiza a los demás siendo amados incondicionalmente. Cuando estás dispuesto a dar a los demás lo que quieres para ti, no solamente bendices el mundo a tu alrededor, sino que abres el flujo de cosas buenas para todos, incluyéndote a ti. Y así, lo que se siembra, se cosecha (lo que haces, se te devuelve). Así funciona el mundo.

     Pensamiento del Día:

    “Cuando te separas mentalmente de ti y te concentras en ayudar a los demás con sus problemas, puedes manejar con mayor eficiencia tus problemas. De alguna manera, el acto de dar de ti es un factor personal de generación de energía.” — Norman Vincent Peale

    Afirmación del Día:
    “Lo que doy a los demás se me regresa.”

    Un día caluroso en Texas cuando yo tenía entre cinco y seis años, acompañé a mi tío y a dos de sus amigos a recolectar sandías. El campo donde crecían las sandías medía probablemente menos de un acre, pero a mí me parecía interminable, cada centímetro del terreno estaba cubierto con una enredadera enorme, y las frutas ahí, regadas entre las hojas hasta donde mi vista podía llegar.

    En cuanto llegamos al campo, uno de los amigos de mi tío arrancó una sandía excepcionalmente grande y la colocó en una hielera llena de hielo. Entonces, mientras me senté a ver, trepada en la tapa de la hielera bajo la sombra de un árbol, los tres hombres cosecharon todo el campo, llenando la parte trasera de nuestra vieja camioneta hasta que las frutas ovaladas estaban apiladas tan alto como fuera posible sin que hubiera peligro de que se rodaran fuera de la camioneta.

    Después, mientras todos nos cubrimos con la sombra de un árbol, mi tío partió esa primera sandía que ahora estaba helada, y la cortó en grandes rebanadas del tamaño de platos y tan gruesas como la muñeca de la mano de un hombre. Después de cortarlas un poco más a un tamaño manejable, me dio un pedazo de esa fría fruta y con el jugo escurriéndome por la barba y los brazos, descubrí una pasión por las sandías que me ha durado hasta el día de hoy.

    Así es que hace como un año, cuando descubrí que mi supermercado local estaba vendiendo pequeñas sandías híbridas, justo del tamaño para una persona, me deleité.

    Compré una para probarla, era perfecta; e inmediatamente comencé a agregar las pequeñas sandías a mi lista semanal del supermercado. Hasta escribí acerca de mi descubrimiento en mi diario de agradecimientos.

    El tener mi fruta favorita empacada en paquetes para una persona por parte de la naturaleza y con disponibilidad todo el año, ciertamente fue para mí una bendición que valía la pena tomar en cuenta.

    Entonces, un día a principios de febrero, quizá seis o siete semanas después de haber hecho mi descubrimiento inicial, cuando estaba haciendo mis compras en el supermercado, pasé por el pasillo de frutas y verduras para tomar unas cuantas sandías, y encontré vacía la tina donde las tenían.

    Queriendo saber dónde las habían puesto, busqué a algún ayudante del supermercado. “No las movieron”, me dijo, “las vendieron”. Llegaría otro embarque más adelante en la semana.

    “¡Más adelante en la semana!” Lloré por dentro, sintiéndome de repente como una niña berrinchuda siendo privada de su dulce favorito. No quería esperar hasta más adelante en la semana. Quería mis sandías favoritas ¡AHORA!

    Y entonces me di cuenta de mi tonta actitud. Durante la mayor parte de mi vida, las sandías habían sido una golosina de verano únicamente, ya que crecían solo en esos cuantos meses cuando las temperaturas suben tan alto que aseguraban la dulzura perfecta de la fruta. Y ahí estaba yo ahora, en medio del invierno, llorando porque no podía comerme una.

    En ese instante me di cuenta de qué rápido había dejado de considerar esas sandías como una bendición y en lugar de eso había comenzado a dar por hecho que las tendrían.

    Cuando salí de la tienda unos minutos más tarde, saqué mi pequeño cuaderno y mi pluma que cargo en mi bolsa y escribí la fecha en la parte superior de una hoja en blanco.

    A continuación escribí, “Hoy doy gracias por las cosas que ahora no tengo porque su ausencia me recuerda lo bendecida que soy por haberlas tendido aunque fuera una sola vez”.

    Alguien muy sabio me dijo alguna vez que debería ver todo como si lo estuviera viendo por primera vez y por última vez. En un mundo en el que constantemente nos empujan y nos presionan para adquirir cada vez más y más cosas, no fue fácil cambiar mi forma de pensar. He descubierto, sin embargo, que cuando aplico con todo el corazón el ver todo de esa forma, realmente convierte lo que tengo en algo mucho más que suficiente.

    Pensé en eso mientras salía del estacionamiento ese día. Sabía que encontraría esas perfectas sandías esperándome la siguiente vez que fuera al supermercado, y así fue.

    También sabía que cuando las probara una vez más, encontraría el sabor de mi fruta favorita infinitamente más dulce que antes, y así fue.

    Dos bendiciones más y contando.

     Acción del Día:

    1. Lee nuevamente tu Plan de Negocio para la Prosperidad.
    2. Coloca tu cuota de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el contenedor tres veces.
    3. Bendice a todos los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo. Puedes continuar bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones.
    4. Mira a tu alrededor. Estudia lo que te rodea y tu vida como si estuvieras viéndolo todo por primera vez. Permítete pensar acerca de las muchas bendiciones en tu vida diaria que das por hecho, y a medida que lleguen a tu mente, escríbelas en tu diario de bendiciones. Identifica cuando menos 100 bendiciones que no te has tomado el tiempo para contar o ni siquiera considerar. Quizá te tome algo de tiempo, pero síguelo haciendo y no te detengas hasta que hayas llegado a tu bendición número 100. Una vez que tengas 100 nuevas bendiciones, entonces tómate el tiempo para expresar agradecimiento por cada una de ellas. Te darás cuenta que es una experiencia que te eleva al decir gracias 100 veces.

    “El agradecimiento completa la vida. Convierte lo que tenemos en suficiente y más. Convierte la negación en aceptación, el caos en orden, y la confusión en claridad. Puede convertir una comida en un festín, una casa en un hogar, un desconocido en un amigo. El agradecimiento le da sentido al pasado, le da paz al presente, y crea una visión para el futuro”.– Melodie Beattie