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Día 14 

    Hubo una vez un viudo muy joven quien amaba muchísimo a su hijo de cinco años. Un día, mientras el padre salió del pueblito donde vivían en un viaje de negocios, llegaron unos ladrones, secuestraron al hijo y quemaron el pueblo entero. Cuando regresó el padre, vio el pueblo todo quemado, detectó el cuerpecito de un niño todo carbonizado, y en un estado de pánico, asumió que el pequeño era el suyo. Lleno de dolor, ordenó inmediatamente que el cuerpo de su hijo se cremara y que las cenizas se colocaran en una hermosa bolsa de terciopelo la cual el colocaría cerca de su corazón.

    Pasaron los meses y el dolor del padre se intensificó. A donde quiera que iba, el cargaba con las cenizas de su hijo, manteniendo la memoria de su pérdida siempre presente. Entonces un día, el pequeño se escapó de sus secuestradores y encontró la manera de regresar a su casa. Al llegar a la nueva cabaña de su papá en la mitad de la noche, el pequeño estuvo afuera tocando la puerta mientras que su padre estaba sentado adentro, sosteniendo con fuerza la bolsa de terciopelo con las cenizas, llorando por la memoria de su hijo que había muerto.

    “¿Quién es?” preguntó al escuchar los golpes en la puerta. “Soy yo, Papá,” gritó el niño. “Soy tu hijo. Por favor déjame pasar.” Estaba tan enojado de que alguien le estuviera jugando esta cruel broma, que el padre gritó que se fueran para que él pudiera continuar con su duelo. Varias veces más el pequeño trató de que su padre le abriera la puerta y cada vez el padre se negó. Finalmente, el pequeño se rindió y se fue, y desde ese día en adelante, el padre y el hijo nunca más volvieron a verse. Algunas veces, como el padre, nos aferramos tanto a algo que pensamos que es el único camino, que cuando la prosperidad nos toca a la puerta, la ignoramos por completo. Estamos tan ocupados manteniendo nuestras viejas creencias, nuestras viejas formas de pensar, las viejas verdades y enseñanzas, que aun cuando lo que más queremos está en la puerta tocando y llamándonos, no lo dejamos entrar.

    La Prosperidad no es algo para lo que trabajamos. Es algo que dejamos entrar en nuestras vidas. Está parada afuera de nuestra puerta de la consciencia y toca gentilmente. No entrará sin que la dejemos entrar, sin embargo, nuestra labor no es tan solo reconocer el golpe en la puerta, sino soltar las cenizas de la limitación a las que hemos estado atados por tanto tiempo para dejar entrar la prosperidad.

    La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a dejarla entrar?
    ¿Sí? Antes de que contestes, debes pensar acerca de cómo impactarán tu vida la riqueza y la abundancia si las dejas entrar. Una vida más próspera 
    no llega sola. Viene acompañada de todo tipo de cambios, de nuevas responsabilidades, y un juego completo de nuevas creencias, las cuales en su mayoría no son compatibles con las viejas. Bueno, también vienen acompañadas de un baúl de peculiares retos. Y en cierto nivel, ya lo sabemos. Es por eso que, aunque casi nunca estemos
    consciente de ello, el miedo es la principal razón por la que no le abrimos la puerta a una vida más próspera. Tenemos miedo de que al dejar ir lo que hoy sabemos y esperamos, correremos el riesgo de perderlo todo. Y al no poder tomar ese riesgo, elegimos estar de duelo por su pérdida en lugar de
    dejar entrar una vida de riqueza y abundancia.

    Por eso, el día de hoy, me gustaría que pensaras — que realmente pensaras — sobre todas las razones por las que, hasta ahora, puedas haber sentido miedo de dejar entrar la prosperidad en tu vida. Pregúntate qué es lo que más temes, y entonces escribe las respuestas como vayan llegando. Mantén la lista a la mano, agregándole las respuestas a medida que vayan llegando. Mañana aprenderemos como deshacernos de esos miedos de una vez por todas.

     Pensamiento del Día:
    “Tienes que tomar riesgos. Sólo entenderemos el milagro de la vida cuando permitamos que suceda lo inesperado.” –Paulo Coello

    Afirmación del Día: 
    “Estoy a salvo dejando entrar la prosperidad.” 

    En la última década se ha incrementado seriamente la popularidad de los coaches de vida y los espirituales, de los consejeros, terapeutas, sanadores y maestros de meditación. Creo que la principal razón de esto es porque vivimos en una sociedad tan dirigida a motivar la distracción y a desarrollar lo exterior que nos sentimos estresados hasta el punto de no tener otra opción; pasamos muy poco tiempo tratando de aprender quienes somos. Somos inconscientes de nuestro propio yo, sin tener una verdades sensación de quien somos, de qué somos o de dónde estamos.

    Cuando llegamos a descubrirlo, estamos tan turbados, tan ansiosos, que inmediatamente buscamos ayuda profesional.

    Y esto es ciertamente comprensible. Conocernos a nosotros mismos puede ser algo que nos asusta, que nos emociona y que nos deprime todo al mismo tiempo. Si queremos abrazar por completo todo lo bueno que la vida nos ofrece, si verdaderamente queremos caminar por el camino de las Bendiciones para que no sólo seamos una bendición, sino que también podamos experimentar todas las bendiciones de abundancia que la vida nos ofrece, debemos desarrollar un sentido de auto-consciencia.

    Debemos conectarnos con quien realmente somos. De verdad es algo que debemos hacer.

    Claro, esto no significa que una total auto-consciencia se desarrollará de la noche a la mañana.

    Es necesario practicar para aprender a reconocer las señales de nuestro ser interior, pero la práctica es sencilla y cuando le incorporamos bendiciones al proceso, se convierte en una tarea algo divertida, ligera y absolutamente jubilosa.

    Esto es porque bendecir nos permite que aceptemos felizmente las situaciones difíciles cuando éstas surgen. No tenemos que rechinar los dientes y pretender que todo está bien, mientras nuestro interior se revuelca y nuestros temores surgen.

    Nos podemos mantener en paz, firmes al saber que una semilla con algo bueno se encuentra escondida dentro de la experiencia y que ahora, germinando por medio de nuestra bendición, brotará y florecerá.

    Acción del Día:

    1.  Escribe las respuestas a la pregunta del día de hoy a medida que estas lleguen y relee tu Plan de Negocio para la Prosperidad. 
    2.  Coloca tu cuota de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el contenedor tres veces. 
    3.  Bendice a todos los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo.
    4. Puedes continuar bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones.
    5. Piensa en algún pequeño problema que tengas. Digamos por ejemplo, que tu computadora no está funcionando como debiera y puedes sentir como te irritas segundo a segundo. Aunque sabes que no es un gran problema, es lo suficientemente molesto para hacerte sentir mal; como si hubieras llegado a una parte del río de la vida donde está un pequeño rápido. Te sientes incómodo y no estás seguro de cómo poderte realinear con la vida de nuevo. Comienza por bendecir la computadora y acepta que más allá de su rendimiento defectuoso se encuentra algo beneficioso. Puede ser que no sepas lo que es todavía, sin embargo, puedes confiar que ahí está de todas formas. Esto, como todo en tu vida se merece una etiqueta BUENA, porque algo bueno saldrá de ello.  Respira profundamente y comienza a repetir afirmaciones tales como, “No sé cuál es la bendición atrás de todo esto, pero sé que está en algún lugar” y dentro de ti imagina que la computadora está funcionando perfectamente, tal como debiera ser. Mientras haces esto, sentirás una paz que te invade cada célula y molécula de tu cuerpo. Imagínate nadando en el centro de una profunda y tranquila alberca. Siente cómo te invade la paz.Ahora, inhala profundamente de nuevo, e imagina que tu Ser Interior, un hermoso ser radiante de luz y sabiduría está parado junto a la alberca. Pídele a esta parte Superior tuya, a este TU, sagrado, que te despliegue la razón por la que tu computadora está teniendo problemas, (o la razón por la que estás experimentando cualquier pequeño problema) y escucha en silencio la respuesta que te llega.  Puede llegar como un recuerdo, una sugerencia de alguien más, un conocimiento interno o una simple corazonada. Simplemente espera y escucha. Trata con frecuencia de comunicarte con tu Guía Interior durante el día. Pregunta y después escucha. Esto abrirá un camino de comunicación de ti, CONTIGO. Y eso, querido amigo, es una bendición en sí.

    La frase del día: “Necesitamos hacernos preguntas honestas, poderosas y de búsqueda para poder estimular nuestro crecimiento interior”.– David Vennells, de “Todo es una Bendición”